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La ciudad romana de Suel en Fuengirola: un tesoro por descubrir bajo el escenario del festival Marenostrum

Sep 15, 2020

Julio de 2019. A los pies del castillo árabe de Sohail en Fuengirola (Málaga), Rod Stewart pone a bailar a casi 10.000 personas, en uno de los conciertos del festival Marenostrum, que celebra esa localidad cada verano. Aún secándose el sudor tras el espectáculo, alguien le comenta que ha estado meneando sus incomprensiblemente elásticas caderas justo encima de las piletas de una antigua factoría de garum romana.

El escocés queda epatado. ¿Cómo? ¿Un escenario sobre un yacimiento arqueológico? Así es. Y no cualquiera. A escasísimos metros de la playa de una de las localidades más turísticas de la Costa del Sol y conviviendo con todas las garantías de protección patrimonial se encuentran los restos de una industria de productos pesqueros que data del siglo III después de Cristo.

Una pequeña parte de la misma se desenterró hace ya 20 años pero puede ser sólo la punta del iceberg. Porque las últimas excavaciones que acaban de llevarse a cabo en la zona han dejado patente la importancia del enclave, en el que durante los próximos años se va a perseverar en encontrar el corazón de la ciudad de Suel. El segundo núcleo urbano más importante de la provincia en era romana —tras su capital, Malaca— pero que hunde sus raíces en época fenicia y cuya historia está prácticamente por escribir.

Se trata de un proyecto de investigación promovido por el propio Ayuntamiento de Fuengirola, empeñado en sacar a la luz los vestigios de su pasado como señal de respeto al mismo pero también consciente de que el turista busca cada vez más destinos con una oferta diversa y socialmente responsable. Con atractivos que reluzcan tanto o más que el sol que regala desde hace décadas.

En total, va a invertir 812.500 euros en unos trabajos divididos en seis anualidades, que ejecutan las empresas Nerea Arqueología y Alfonso Montilla y en la que participa un equipo multidisciplinar de las universidades andaluzas de Málaga, Almería, Sevilla y Córdoba y la italiana de Macerata, especializada en antigüedad.

La primera fase, llevada a cabo entre los últimos meses del año pasado y los primeros del ejercicio pandémico ya ha dado muestras clarividentes de lo que esconde el subsuelo. Tras una serie de prospecciones con georadar y vuelos de drones para hacer levantamientos en 3D, en un área de 450 metros cuadrados los sondeos han hecho aflorar estructuras perfectamente conservadas.

Muros de alturas de hasta tres metros que por sus hechuras muestran la evolución de las estancias, restos de cerámica, de huesos de atunes, sardinas y boquerones, cristales, lucernas y hasta basas de columnas de mármol reutilizadas que demostrarían el postín de los pobladores de Suel.

«Una maravilla»

«Este proyecto es una maravilla; a la orilla del mar, junto al castillo y con toda la potencia de lo que hemos encontrado». La directora de la primera fase del proyecto, la arqueóloga Verónica Navarrete, está encantada con el fruto del trabajo. En tres sondeos contiguos, las habitaciones desenterradas (salas de despiece de pescado o almacenaje) parecen completar la fábrica de elaboración de garum o salazones cuyas piletas brotaron en 1989 con la excavación dirigida por el catedrático Pedro Rodríguez Oliva.

Un arqueólogo desentierra las baldosas de un suelo perfectamente conservado – ABC

Ahora, terminado el trabajo de campo en esta primera etapa, viene otra de estudio. Laboratorio y conjeturas para terminar de corroborar la importancia de los hallazgos. Después se volverá a la loma. Ascendiendo por su suave inclinación se confía en que custodie un verdadero tesoro que ayudará a conocer mucho mejor la historia de Málaga.

Y que además estará no sólo al alcance de fuengiroleños o visitantes. Para su difusión se está confeccionando una plataforma digital que representará virtualmente el yacimiento. Que un próximo verano, si el maldito virus lo permite, volverá a taparse con todas las medidas de seguridad para albergar de nuevo multitudinarios conciertos al suave aire libre fuengiroleño. Pasado y presente, en inusitada comunión meciéndose hacia el futuro.

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